El Manchas. Ediciones Le Projet
180,00€ IVA incl.
La Caja de Obra de El Manchas forma parte del proyecto «Le Projet», una colección de cajas de presentación de edición de obra. Cada caja y su obra es única, numerada, firmada y realizada en impresión Fine Art y Giclée, con una tirada limitada de 13 ejemplares.
Artista: El Manchas
Obra: «Stuck in the middle with you»
Edición limitada: 13 cajas de obra numeradas y firmadas [11 + 1 P.A. + 1 P.T.]. Año 2018.
Contenido: 1 caja de obra edición limitada con un tríptico y una carta de Eduardo Soto.
“STUCK IN THE MIDDLE WITH YOU”: Le Projet & El Manchas
CARTA DE EDUARDO SOTO (descargar PDF)
«El taller
En ocasiones el taller de un artista nos dice más de su personalidad que la propia obra. Éste es uno de esos casos. Taller, obra y artista forman un todo en el que no es fácil separar dónde termina uno y empieza el otro. Ubicado en el que fue el centro neurálgico del alterne adolescente conquense, (caprichos que tiene el destino), la tienda denominada “dacetato” es quizás el nombre menos acertado para imaginarnos lo que encontramos al otro lado de la puerta, la que de igual forma que su propietario maneja sus propias claves.
En el caso de Mancheño, su mayor y mejor obra es precisamente el taller. Dividido en tres grandes espacios o zonas, la primera es la tienda física que conectada con el largo y estrecho pasillo permite el acceso a la parte privada y útero de la creación de las piezas de mayor formato. Centrándonos estrictamente en la tienda, decir que las leyes más básicas del marketing dictan que los productos y la decoración deben ayudar al impulso de compra de los clientes, en este caso nada de eso sucede. Los múltiples objetos y piezas que le dan vida están colocados como fuente de inspiración y goce de su creador ajenos a la mayor o menor vistosidad con tintes comerciales. Esto es lo que se conoce como no dejarse subyugar por las reglas del mercado.
El del Manchas es un espacio de “horror vacui”. Entre el conglomerado de rollos de papel, camisetas, impresoras y objetos de diversas épocas que se entremezclan sin aparente lógica emerge la calavera como uno de los objetos fetiche del autor, pieza que expresa de manera única la desnudez y lo primigenio de la mente humana. La calavera es el principio de la existencia pero el final también. Cuanto más la miramos, más misteriosa y enigmática se nos muestra. Desde Goya hasta Damien Hirst, la calavera siempre ha sido repensada y pintada.
Notoria presencia también de los muñecos sin identidad como una de las constantes en la obra del artista. Seres hijos de la despersonalización a la que la sociedad de consumo los somete, sujetos sin rostro atrapados en un capitalismo neoliberal. Hombres que esconden su huidiza personalidad, sus miedos y temores debajo de una caja de cartón, una bombilla o una letra del abecedario cualquiera, sin rostro reconocible, como la calavera.
El taller visto como medio y como fin. Repensado y dibujado una y mil veces desde todas las perspectivas como encontramos en esta edición limitada. Vivido en cada pieza. El artista se desenvuelve como un equilibrista en medio del aparente caos a ojos del visitante extraño. Nada más lejos de la realidad. Todo objeto tiene un por qué y una historia detrás.
Taller como campo de pruebas que permite integrar piezas que encajan como un puzzle dentro de un contexto determinado. Existen piezas que nacen con la sana intención de crecer y emanciparse de su creador para formar parte de colecciones ajenas. Otras no están concebidas para ser entregadas y eso sólo ocurrirá en condiciones especiales que suelen coincidir con una agradable tarde de cañas cuando el artista puede mostrar alguna fisura de ánimo en cuanto a sus intenciones anti comerciales.
Precisamente, si hablamos de cerveza esta se debe tomar en el Bar Morgan decorado y engalanado al gusto del artista como banco de pruebas de sus creaciones. Las obras sobre lienzo se presentan en sociedad en este local amigo, que funciona como galería privada y quizás prolongación etílica del taller.
El artista
Dotado de un espíritu autónomo de pensamiento y acción, filtra el espacio-tiempo de la realidad con la que interacciona ajeno a los parámetros convencionales. Para esta finalidad se vale de un mecanismo interno particular que le permite visionar la vida en formato comic entrelazando historias inventadas por el mismo y que conviven interaccionando unas con otras en su mente.
Desde esta perspectiva, (como no podía ser de otra manera), sus obras no nacen de posados o de representaciones fotográficas de paisajes convencionales u objetos, sino que son historias detenidas en un momento exacto por razones que solo él entiende. En ese momento algo en su cerebro hace “clack” y da la orden de accionar el botón “print” y ya tiene la imagen, viñeta atrapada a lazo en el tiempo. Manchas que se denomina a sí mismo como dibujante de “monigotes”, ya tiene su propuesta de cuadro. Los personajes no posan sino que son sorprendidos en un momento de la narración del comic por un voyeur y creador que los inmortaliza. Seres congelados entre una viñeta previa y otra posterior, congelados en el tiempo.
El hecho de crear no siempre tiene que asociarse a un acto de sufrimiento, sino de plenitud. En el caso de El Manchas el sufrimiento se produce cuando lleva mucho tiempo sin encontrar ese duende necesario para preparar nuevos bastidores y enfrentarse al lienzo en blanco. En esos periodos de sufrimiento el artista se aísla en sus propios miedos e inseguridades, pensando que quizás no vuelva a encontrar nunca más el hilo conductor hacia la pintura. El acto de crear nace como necesidad interna de comunicación directa y sin intermediarios, y está comunicación se establece a través de lenguajes que se transforman y se renuevan. El artista tiene que regularmente abandonar los caminos seguros y transitados para entrar en lo desconocido donde todo está por descubrir y el éxito o la indiferencia aguardan fumando un pitillo. Esos nuevos lenguajes expresivos volverán a contar las mismas historias atrapadas en nuevos instantes de nuevas viñetas, pero siempre con su conocido “rollete” un por qué justificador de esa obra a la manera que el famoso MacGuffin del maestro Hitchcock.
Mientras que en el ordenador suena “Stuck in the middle with you” de los Stealers Wheel, Michael Madsen bailará hacía atrás como en Reservoir Dogs y en una ruidosa calle conquense el Manchas oculto detrás de una pantalla, recostado en su ya destartalado sillón sacará otro pellizco de tabaco de liar, se hará otro pitillo ágilmente entre dedos amarillentos y luego mirará al trasluz para comprobar si su lapicero mantiene la punta afilada. Esta tarde de frío parece que toca de nuevo dibujar, pero quizás sólo lo parece.»
JORGE MONEDERO
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